Por Kate Fillion / 14 de febrero de 2016
Fuente: Maclean’s
El 20 de abril de 1999, los estudiantes de último curso Eric Harris y Dylan Klebold mataron a tiros a 13 personas e hirieron a otras 24 en el instituto Columbine antes de suicidarse. Habían planeado matar a cientos más, pero la mayoría de sus bombas caseras no explotaron. Muchos de los estudiantes que atacaron sus institutos en los años posteriores mencionaron Columbine, o su deseo de “superarlo”, como su inspiración.
En “A Mother’s Reckoning”, Sue Klebold, quien ahora es una defensora de la prevención del suicidio, escribe que “el carácter mundano de nuestras vidas antes de que sucediera Columbine será, quizá, lo más difícil de aceptar” para los lectores. Los Klebold eran, según todos, padres involucrados y cariñosos; Tom, un geofísico, y Sue, una coordinadora de estudios superiores que trabajaba con estudiantes discapacitados, también estaban en contra de las armas de fuego. No hubo pistas de que su hijo Dylan fuera violento, escribe, pero pasó por alto “sutiles señales de deterioro psicológico”.
Esta es la primera vez que uno de los padres ha hablado detalladamente en público o que ha aportado información específica sobre la historia de las familias de los asesinos. Los beneficios del libro de Sue Klebold se donarán a la investigación en salud mental.
Mucha gente tiene la idea de que Columbine se trató de un “pringados vs. deportistas”. Pero ni los deportistas fueron el objetivo ni tu hijo era un pringado, ¿o sí?
No. Eso fue uno de los mitos que surgieron inmediatamente después. Dylan estuvo en un programa para chicos dotados. Desde mi punto de vista tenía muchos amigos, chicos y chicas. Participaba como técnico de sonido en las obras de teatro del instituto, jugaba a los bolos con sus amigos y participa en la liga de béisbol de fantasía.
¿Es cierto que trabajó como voluntario en una guardería?
Sí. Para mí era un hijo querido y maravilloso. Lo consideraban un amigo amable y atento. Aún es muy difícil entender que fuese capaz de hacer lo que hizo, porque él no era así ni conmigo ni con los demás.
Pero Dylan se metió en graves problemas durante el instituto: Eric Harris y él asaltaron una furgoneta y robaron material electrónico. En lugar de ir a la cárcel, fueron sentenciados a cumplimentar un programa de reintegración que incluía terapia y servicios comunitarios. ¿No fue esto una señal de que algo iba mal?
Era el tipo de chico que nunca se metía en problemas, era responsable, así que naturalmente me quedé preocupada y disgustada. Era el mayor problema que habíamos tenido hasta ese momento. Pero todas las personas con las que hablé me dijeron, “Los chicos se portan mal y hacen cosas estúpidas”. Dylan me dijo, “Te prometo que no necesito ayuda, lo solucionaré yo mismo”. Y lo hizo. Durante su último año de vida, se involucró en realizar actividades con sus amigos, tenía un trabajo, envió solicitudes y fue aceptado en cuatro universidades – ese no es el comportamiento que esperarías de alguien que está trastornado. No se tenía la sensación de que ni él ni nadie estuviera en algún tipo de peligro. Si ese hubiera sido el caso, lo habría intentado ayudar urgentemente.
Durante los primeros seis meses tras el tiroteo no tuviste información detallada del papel que había desempeñado Dylan. ¿Qué pensabas que había sucedido?
Mi mente era como un huracán – daba vueltas y vueltas. Se estaba preparando para comenzar la universidad, acababa de acudir al baile de graduación. La idea de que pudiera haber llevado esto a cabo de forma deliberada tenía tan poco que ver con el Dylan que conocíamos, que realmente creíamos – y con esto me refiero a su familia y amigos – que de algún modo terminó involucrado por error. Pensamos que quizá se había tratado de una broma que había terminado saliendo terriblemente mal, que habían planeado simular algo utilizando armas falsas, pero que en el último momento habían resultado ser reales. Sé que suena ridículo, pero este era el tipo de pensamientos que tuvimos. Pensé que quizá había actuado por impulso, que había sido un momento de locura.
Y rezaste por que encontraran drogas en su cuerpo durante la autopsia.
Eso habría explicado cómo se podía haber transformado en alguien tan diferente de como era en realidad. En mi mente, no podía haber sido algo intencionado y despiadado. Cuando [mi entonces marido y yo] escuchamos el informe de la policía [y vimos las cintas que los chicos habían grabado, resumiendo su plan] seis meses más tarde y nos explicaron que fue algo premeditado – me quedé tan conmocionada como el mismo día del suceso. No podía creer que Dylan pudiera ser tan cruel, ni que dijera e hiciera cosas tan horribles.
Dices que no viste señales de que Dylan fuese capaz de actuar de forma violenta. Pero dos años antes de Columbine, escribió en su diario sobre su deseo de morir. ¿Sus problemas de cordura fueron invisibles?
No. Cada uno vio una pequeña pieza del rompecabezas, pero sin todas ellas juntas no pudimos ver la historia completa. Por ejemplo, Dylan escribió una redacción muy oscura y violenta, y su profesora nos la mencionó cuando nos reunimos con ella [pocos meses antes del ataque], pero no llegamos a verla. Nos dijo, “Hablaremos con el orientador escolar, si hay algún problema, os llamará”. Pero no nos llamó. Su profesor de matemáticas dijo “Dylan continúa quedándose dormido en clase de cálculo”. No es algo inusual, pero si juntas eso con todas las otras piezas podrías ser capaz de decir “Esta persona probablemente esté en peligro y necesite ayuda”. Sin embargo, no es un caso común que un chico que actúe así esté planeando un tiroteo escolar. Es mucho más probable que alguien que se siente depresivo pueda ser un peligro para sí mismo. Intento ayudar a que la gente entienda que si algo no va bien, por muy insignificante que parezca, puede que solo sea la punta del iceberg y que necesites indagar más en profundidad.
Pero, ¿hasta qué punto puede o debe un padre intentar indagar en la vida interior de su hijo?
Habiendo pasado lo que he pasado, diría, “¡Indaga! Abre sus diarios, léelos”. Aun así hay muchas pruebas de que eso sería algo invasivo y acabaría con la confianza. Por eso es por lo que estoy donando el dinero del libro a la investigación [en salud mental]: tiene que haber mejores diagnósticos, mejores chequeos, mejores tratamientos, de modo que si sientes que algo va mal, puedas conseguir ayuda.
En los adolescentes, los síntomas de la depresión pueden ser de una gran variedad: irascibilidad, introversión. ¿Qué deberíamos buscar?
Una de las primeras cosas que hay que buscar son los cambios en el comportamiento. Para nosotros, el catalizador fue el arresto de Dylan, cuando nunca se había metido en problemas a lo largo de su vida. La depresión en los jóvenes se pueden manifestar de muchas formas. Pueden ser cambios en los hábitos de sueño, quizá están durmiendo demasiado o quizá no lo suficiente. En los chicos puede ser irritabilidad, quejas somáticas, no sentirse bien. En las chicas puede ser que lloren más. Hay muchas cosas distintas en las que fijarse, pero todas son comportamientos que podrías observar en alguien normal y sano. El grado en el que lo experimentan, y su persistencia, es de lo que hay que preocuparse.
Criminólogos del FBI han dicho que tu hijo era depresivo y suicida pero que probablemente no habría matado a nadie más por sí mismo, mientras que Eric Harris supuestamente era el clásico psicópata, encantador y falto de empatía, que planeó el ataque. ¿Viste alguna señal de psicopatía en Eric?
Ninguna. No lo veía muy a menudo, pero cada vez que lo hacía me parecía que se comportaba como los demás chicos. No era excesivamente educado, adulador o manipulador, no podías detectar nada de eso. Después de que se metieran en problemas, intentamos separarlos, y por lo que pude ver Dylan estaba haciendo cosas con otros amigos. Eric participaba en algunas de las actividades, pero la intimidad de la que oí hablar más tarde, que tenían su propio mundo privado – no es lo que yo observé. Lo que vi fue que mi hijo asistió al baile de graduación con 12 amigos tres días antes de su muerte.
¿Fue Eric uno de ellos?
No.
Eric tenía una página web en la que escribía amenazas y de la que la policía tuvo conocimiento mucho antes de Columbine cuando Judy Brown, la madre del chico al que amenazaba con matar, los informó. ¿Deberían haber sabido los Harris que su hijo era peligroso?
Si les hubieran hablado de esa página web, todo podría haber sido muy diferente. Viendo esa web, no hay duda de que se trataba de una persona muy trastornada, y pienso que es lo que los padres habrían necesitado ver para entender realmente la magnitud de los problemas de su hijo. [Sin embargo,] Judy Brown no quería poner en peligro a su hijo y solo contactó con la policía. Pero estos no continuaron investigando su queja y ella no lo supo. Pensó que sí lo habían hecho.
¿Culpas a la policía?
No culpo a nadie de nada. Continúo pensando que por entonces Columbine no había sucedido aún y hace 17 años éramos personas diferentes a como somos ahora. Y creo que eso también se puede aplicar a la policía y a los centros educativos. Había mucha ingenuidad e inocencia por aquel entonces.
¿Cómo puedes querer al Dylan que viste en aquellas cintas?
Para mí, su muerte fue una manifestación del suicidio. Si se lo tuviera que explicar a un niño, le diría que el cerebro de Dylan enfermó y no podía pensar bien, y que debido a esa enfermedad mató a otras personas y a sí mismo. Esa es mi verdad. ¿Cómo puedes seguir enfadado con alguien que sientes que estaba enfermo y que hizo esto como consecuencia del desarrollo de su enfermedad?
¿Qué le dirías a los que piensan que deberías haber sabido que Dylan era capaz de hacer algo así?
Si hubieran conocido a Dylan, creo que tampoco habrían tenido la sensación de que era capaz de ser violento. Uno de los amigos de Dylan sabía que había comprado un arma y otro de sus amigos fue quien lo ayudó a conseguirla. Pero a ninguno de los dos se les pasó por la cabeza que la pudiera usar para hacer daño a otras personas porque Dylan no era así.
¿Qué pensaron que iba a hacer con ella?
Quizá que Dylan quería practicar tiro al blanco, que es lo que me dijo cuando me pidió que le comprara un arma en una ocasión. También tengo que aceptar que no hay ninguna explicación que pudiera satisfacerme si mi hijo hubiera sido una de las víctimas de aquel día. Mi percepción y la de la otra persona nunca van a ser la misma, y esa es parte de la dificultad para ambos. En mi corazón, pienso encarecidamente que Dylan y Eric también fueron víctimas de la tragedia que ayudaron a crear, víctimas de la disfunción de sus pensamientos. La comunidad no es capaz de percibirlo así porque su pérdida fue demasiado grande y los chicos fueron muy crueles y sádicos.
En 2001, los detectives te mostraron el diario de Dylan, que hallaron en su habitación horas después del tiroteo. Mientras que la temática del diario de Eric era el odio, la del de Dylan era el amor. ¿Cómo te sentiste al descubrir eso?
Me rompió el corazón saber que no sólo no había percibido sus sentimientos de ira, sino que tampoco me había percatado de sus anhelos. Sentí una tristeza apabullante por no haber sabido que estaba apasionadamente enamorado de una chica que ni siquiera sabía que él existía – literalmente. Esto sólo hace que toda la tragedia sea aún más desconcertante.
¿Alguna vez has hablado con ella?
No. Y ella tampoco lo sabe [lo que Dylan sentía por ella].
Durante los últimos años, has pedido a varios expertos que analicen su diario. ¿Por qué?
Sí, tuvo pensamientos suicidas, pero eso no explica por qué quiso hacer volar por los aires el instituto, por qué estaba dispuesto a matar a otras personas. ¿Revelaban sus escritos algún tipo de trastorno mental o algo que pudiéramos diagnosticar? Diferentes expertos me dieron distintas opiniones.
Pero todos estaban de acuerdo en algo: no estaba en su sano juicio al final de su vida. ¿Correcto?
Todos me dijeron eso, sí. Pero creo que en realidad no sabemos lo que “en su sano juicio” significa realmente, especialmente en cuanto a los comportamientos que demostró al final de su vida, esa disposición a no respetar a la humanidad y el llevar a cabo algo tan terrible.
Dylan tenía una relación muy cercana con su padre…
Eso era lo que pensábamos, desde luego.
Pero tengo entendido que ha habido una división en lo referido a cómo respondisteis a la tragedia.
La mayoría de las personas que han vivido algo así odian al miembro de su familia que lo hizo, aborrecen sus acciones y se sienten humillados y marcados por la mancha de lo que sucedió. No quieren hablar de sus sentimientos ni de su experiencia. Conozco a mucha gente que se siente así, y entre ellos hay varias personas de mi propia familia. Así que no quiero representarlos o decir lo que creo que pensarán.
De acuerdo, pero ¿puedo preguntarte si a tu otro hijo le va bien?
Sí. Se ha convertido en un adulto productivo y maravilloso.
Inmediatamente después de la tragedia, mientras llorabas la muerte de tu hijo, también estabas lidiando con el odio y con las más de 30 demandas de las familias de las víctimas. No podías usar tus tarjetas de crédito porque tu apellido era reconocible. Simpatizantes os enviaron comida pero vuestro abogado os dijo, “No os la comáis, podría estar envenenada”. ¿Cómo fue todo eso?
De acuerdo, pero ¿puedo preguntarte si a tu otro hijo le va bien?
Sí. Se ha convertido en un adulto productivo y maravilloso.
Inmediatamente después de la tragedia, mientras llorabas la muerte de tu hijo, también estabas lidiando con el odio y con las más de 30 demandas de las familias de las víctimas. No podías usar tus tarjetas de crédito porque tu apellido era reconocible. Simpatizantes os enviaron comida pero vuestro abogado os dijo, “No os la comáis, podría estar envenenada”. ¿Cómo fue todo eso?
Fue muy surrealista, como atravesar un espejo y empezar a vivir la otra parte de una vida que nunca te habrías imaginado. Como poner una lupa sobre una hormiga con los rayos del sol cayendo a plomo. Todo lo que hacías era observado, juzgado y criticado. Me volví muy desconfiada y temerosa. Si estaba en la sala de espera del médico, aguantaba la respiración, esperando que no dijeran, “Sra. Klebold, es su turno”. No quería que nadie supiese quién era o que estaba en la calle. No salía de casa hasta que me aseguraba de que nadie me estaba observando. Cuando volví al trabajo, mi supervisor me hizo un recorrido por el edificio para mostrarme dónde estaban las escaleras de incendio, por si las necesitaba utilizar para escapar si los medios de comunicación aparecían. Tenía compañeros de trabajo cuyos amigos y familiares habían estado en el instituto, y tuve que mirarlos sabiendo que quizá sus hijos habían tenido que huir corriendo para salvar sus vidas. El marido de una de mis compañeras era uno de los profesores de Columbine, y el profesor asesinado era uno de sus amigos más queridos. El trauma me rodeaba por todas partes y me sentía horrible por ello. ¿Qué hago? ¿Qué digo? No hay ningún protocolo a seguir. Fue una pesadilla.
Básicamente, parece que no pudiste estar de luto.
Durante mucho, mucho tiempo acudí a una terapeuta especializada en el duelo. Con todo el trauma por toda la notoriedad y el odio, me encontré a mí misma reaccionando ante ello y, por tanto, evitando mi proceso de duelo. Mi terapeuta estuvo muy acertada al decirme, “Tu principal tarea ahora mismo es lamentar la pérdida de tu hijo. Si no lo haces, tus probabilidades de salir adelante no son muy buenas”. Sí, estaba de luto por todas las familias [de las víctimas] y por la comunidad, pero tenía que permitirme llorar por Dylan y dejar de preocuparme por las demandas y por todo lo que estaba ocurriendo.
No puedo imaginar nada más devastador para la propia idea que tiene uno de sí mismo como buena persona que tener que preocuparse por que alguien pueda volver a quedar traumatizado solo por verte.
Aún me siento así a día de hoy. Tengo miedo de que el libro vuelva a traumatizar a algunas personas. Pero realmente creo que compartir esta historia puede ser beneficioso para mucha gente.
La sensación de aislamiento debe ser enorme, incluso con las personas que te han conocido toda tu vida, porque en determinado momento ellos están listos para celebrar cócteles otra vez pero tú aún llevas contigo esa enorme carga.
La sensación de aislamiento debe ser enorme, incluso con las personas que te han conocido toda tu vida, porque en determinado momento ellos están listos para celebrar cócteles otra vez pero tú aún llevas contigo esa enorme carga.
La gente ha sido maravillosa con nosotros. No perdimos ninguna de nuestras amistades. Nuestra familias y amigos nos arroparon, intentaron protegernos, fueron increíbles. “Vamos a celebrar una fiesta, ¿os apetece venir?” Pero es muy diferente haber perdido a alguien que murió sin herir a nadie más, y decir, “Bueno, quizá vaya a esa fiesta, por probar”. Yo tenia que pensar “¿Quién va a asistir? ¿Conocerán a algún familiar de las víctimas?” Pronto empecé a sentirme a gusto diciendo, “Agradezco tu invitación pero no me siento capaz de ir ahora mismo”. Es muy, muy difícil estar alrededor de gente que no tiene ni tu perspectiva ni tu experiencia. Esa es una de las razones por las que me involucré tanto en las comunidades de prevención del suicidio y me ofrecí a trabajar de voluntaria, porque sé que ellos, hasta cierto punto, comprenden lo que pasé y han tenido que hacer frente a algunas de las mismas cosas que tuve que afrontar.
Tratar con gente a la que acabas de conocer es en cierto modo como lidiar con la fama, nunca estás del todo seguro sobre si te están hablando porque realmente están interesados o si sólo buscan una anécdota.
Exactamente. Hay mucho voyerismo. Cuando conozco a alguien me fijo detenidamente en sus expresiones, gestos y en el espacio personal. Convertirme en un personaje público a raíz de la publicación de este libro fue algo que me hizo sentirme intimidada durante años.
Desde la bancarrota hasta ser percibida como “la peor madre del mundo”, como tú misma has dicho, has perdido mucho más que a un hijo. ¿Has asumido la pérdida de tu antigua identidad?
Eso creo. Antes de que sucediera Columbine, a menudo me definía a mí misma según lo que pensaran de mí los demás. Creo que muchas mujeres tienden a hacer eso. Tras la masacre algunas personas me vilipendiaron y me odiaron mientras que otras tuvieron la sensación de que era sobrehumana por haber sobrevivido a esto. Mi terapeuta me indicó que ambas percepciones son igual de falsas. Y que ni puedes molestarte por las cosas malas que digan ni te puedes regocijar cuando alguien te sobreestime. Me dijo, “No eres más que un lienzo en blanco sobre el que la gente va a proyectar lo que quiere creer, y lo importante es intentar ser quien eres, quererte a ti misma, entenderte y aceptarte”.
¿Hay días o momentos en los que te sientes feliz o alegre?
Ahora sí. Desde el principio supe que si continuaba con mi vida, tendría que haber alegría y felicidad. Cada día, muy temprano, me siento y veo Seinfeld o America's Funniest Home Videos o hago algo que me haga reír, para conseguir esa reacción condicionada, para recordarme que aunque llores todo el día, aún hay un hueco para la risa.
Tras Columbine escribiste a todas las familias de las víctimas, y a lo largo de los años algunos te han contestado. ¿Te sirvió de ayuda?
Significó más de lo que puedo decir. Sólo quería saber que habíamos conectado de alguna manera. Y fue bueno saber que no me odiaban tanto como para ni siquiera querer comunicarse conmigo.
Si no sabías que Dylan era capaz de ser violento, ¿por qué pareces tener la necesidad de que te expíen?
Supongo que porque fui yo quien crió a la persona que hizo esto. Cuando nuestros hijos hacen algo, tendemos a sentirnos responsables. Si tu hijo saca un “insuficiente” en alguna asignatura piensas, “Esta nota es mía, no suya. ¿Por qué no lo he ayudado más?”. Lo mismo, pero a gran escala, se aplica aquí. Es como si estás paseando a un perro, y mientras sujetas la correa, el perro ataca a alguien y lo mata. Tú eras quien estaba sujetando la correa. Pues eso es más o menos lo que he sentido durante toda esta experiencia. Dylan estaba bajo mi cuidado y esto sucedió. Cada vez que veo a un niño en un supermercado, de repente pienso, “Dylan mató a otros niños, iguales que ese”. Nunca dejaré de pensar en todas las personas que fueron lastimadas. Es algo que nunca podré dejar atrás – y he seguido adelante.
¿Piensas que Dylan llegó a ser consciente de esto en cierto modo?
No. Creo que estaba tan obsesionado con lo que tenía en su cabeza que no fue capaz de pensar más allá de sí mismo y en cómo esto afectaría a los miembros de su comunidad, a su familia o a sus amigos. En las cintas [Dylan y Eric] le hablaban al mundo y decían, “Esto no ha sido culpa de nuestros padres, ellos no sabían nada” – como si con eso fueran a solucionar todo y fuesen a evitar cualquier consecuencia sobre nosotros. He hablado con personas que han intentado suicidarse pero que sobrevivieron, y una de las cosas que me han dejado claras es que en ese momento, cuando te estás preparando para morir, sientes tanto dolor que no piensas en nadie más. Como si un caballo te pisara un pie, en ese momento tu única reacción sería, “¡Quitadme esto de encima!”.
Nuestro deber como padres es dejar que nuestros hijos se acaben marchando, pero has estado excavando en la vida de tu hijo durante años.
Es muy raro, pero siento como si Dylan fuese un hijo invisible que siempre llevo conmigo a todas partes. Trabajar en el libro, año tras año, me hizo sentirme más cercana a él y me dio la oportunidad de mantenerlo vivo en cierta manera.
Cuéntame uno de tus recuerdos favoritos relacionados con él.
Toda su infancia es para mí como un recuerdo borroso de aquellos años dorados llenos de achuchones, precocidad y risas. Recuerdo una ocasión en que estábamos viajando y nos detuvimos en un hotel después de haber estado en el coche todo el día, así que estaba revoltoso. En la habitación del hotel había dos camas, y empezó a saltar de una a otra como si fuese una rana. Saltaba y decía “Croac, croac”. Era adorable y divertido. Podía estar todo el día contándote cosas que recuerdo.
¿Te permites fantasear sobre qué estaría haciendo Dylan ahora si siguiera vivo?
Todo el tiempo. Ahora intento no hacerlo tanto, pero a veces me lo imagino como un joven ya casado, desarrollando su carrera y quizá con un hijo. Alguien que pasaría las vacaciones con nosotros y a quien visitaría para ayudarle a cuidar a su hijos – sueños sencillos, nada grandioso.
¿Sigues pensando que eres una buena madre?
Casi odio responder a esa pregunta porque estoy segura de que si lo hago, algunas personas se reirán a carcajadas. Pero creo que fui una buena madre en la mayoría de los aspectos. Hice todo lo que supe hacer, verdaderamente puse todo de mi parte, y supongo que eso es todo lo que se puede decir.