Mi hijo fue el perpetrador

Por Kate Storey / 16 de febrero de 2016
Fuente: Marie Claire

Mientras docenas de estudiante huían corriendo del instituto Columbine el 20 de abril de 1999, Sue Klebold recibió una llamada en su oficina del centro de Denver. “Susan, esto es una emergencia”, dijo su marido Tom. “Estudiantes armados… disparos… instituto”. Nate, el mejor amigo de su hijo Dylan, había llamado a Tom diciendo que no conseguía encontrar ni a Dylan ni a su amigo Eric Harris. Había informes de que los atacantes, que aún estaban en el interior del instituto Columbine, llevaban gabardinas negras, como las que tenían Dylan y Eric. Frenética, Sue condujo los 40 kilómetros que la separaban de su casa, hablando consigo misma mientras sollozaba. Tom puso la casa patas arriba, esperando encontrar el abrigo de Dylan, ya que eso significaría que su hijo no estaba involucrado.

Pero la gabardina no estaba allí.

Dylan y Eric asesinaron a 13 personas e hirieron a 24 antes de volver las armas contra sí mismos.

Casi 17 años después, en una habitación de hotel en Manhattan, las mismas espeluznantes escenas de estudiantes saliendo del instituto con las manos sobre la cabeza son emitidas de nuevo por TV. Sue, que estaba mirando la pantalla sin prestar mucha atención, se da la vuelta rápidamente para no ver las imágenes granuladas mientras una voz en off se refiere a Columbine como “uno de los tiroteos escolares más trágicos de la historia”.


“Aún me estremecen”, nos dice mientras baja la vista hacia sus manos, entrelazadas sobre su regazo. “Pero he recorrido un largo camino. Hace quince años, esas imágenes me habrían provocado un ataque de pánico”.

El libro de Sue, “A Mother’s Reckoning”, sale a la venta esta semana, y por ello ha concedido su primera entrevista en TV, conducida por Diane Sawyer. Dice que se está dando a conocer, abandonando su anonimato, con la esperanza de que su historia ayude a otras personas que han tenido o conocen a alguien que esté luchando contra alguna enfermedad mental.

“Me ha requerido reunir mucho valor. Tuve que vencer muchos de mis miedos para ser capaz de hacer esto, y no ha sido fácil. Intento centrarme en todo lo bueno que trato de lograr, que es aumentar el conocimiento y utilizar el libro para recaudar fondos para la investigación y la prevención del suicidio y otros programas de salud mental”, dice Sue, de 66 años, y que donará el 100% de sus beneficios a estas causas. “Sentía que tenía algunas cosas que decir que podrían ser beneficiosas para la gente, y que podrían hacer que sus seres queridos estuvieran más seguros”.

En su momento, Columbine fue el tiroteo escolar más mortífero de la historia. El ataque atrajo atención mundial, desencadenó una serie de sucesos similares por parte de imitadores y cambió la forma en que los agentes de la ley hacían frente a los tiroteos en centros educativos.

A Dylan nunca se le diagnosticó ninguna enfermedad mental mientras estaba vivo, pero algunos expertos, como el Dr. Peter Langman, a quien Sue entrevistó para su libro, han estudiado sus diarios y sus grabaciones de vídeo de manera póstuma y han llegado a la conclusión de que era depresivo y que posiblemente tenía un trastorno de personalidad esquizotípico. Eric, quien sí acudía a terapia pero al que tampoco le diagnosticaron ninguna enfermedad mental durante sus sesiones, y de quien se cree que reunía algunos rasgos de personalidad propios de un psicópata, escribió en su diario sobre su deseo de matar y torturar a otros.


Los dos amigos pasaron un año planificando el ataque a Columbine, incluyendo especificaciones sobre dónde situar bombas, que no llegaron a detonar por fallos en su construcción. Una de sus amigas, Robyn Anderson, los ayudó a comprar tres armas de fuego, ya que ellos aún eran menores. Y uno de sus compañeros de la pizzería en la que trabajaban los ayudó a conseguir la cuarta arma utilizada en la masacre.

En un reciente estudio llevado a cavo por MarieClaire.com y el Centro de Investigación para el Control de Daños de Harvard, el 20% de las mujeres creen que tener un arma en casa las hace estar más seguras. Pero Sue no era una de esas mujeres. El 20 de abril, uno de sus primeros pensamientos fue que quizá las noticias del tiroteo no eran más que un malentendido, una broma que había salido mal, porque no era posible que su hijo tuviera un arma.

“Es una trágica ironía que mi marido y yo no fuésemos precisamente unos amantes de las armas. No las queríamos ni en nuestra casa ni en nuestras vidas. Pero en el estado de Colorado, mucha gente tiene armas, desde luego que en mi vecindario todos tenían”, dice. “Y se estaba hablando de, no recuerdo de qué ley se trataba exactamente en ese momento, pero sentíamos que sería muy peligroso vivir en un lugar donde se permitiera llevar armas a todas partes de forma tan fácil. Y estábamos comenzando a buscar otra vivienda en otros estados, porque pensábamos que esa no era una forma segura de vivir, por lo que es increíblemente irónico pensar en lo que sucedió”.

Debido a la prevalencia de armas de fuego en su comunidad, Sue no se lo pensó dos veces cuando su hijo le pidió un arma por Navidades o cuando un catálogo de armas apareció entre todos los folletos publicitarios en su buzón de correo. “Si hubiera pensado que esto era una señal, que él planeaba usarla, habríamos salido en aquel mismo momento a buscarle ayuda. Pero no me pareció algo tan inusual”, dice. “Puesto que tantos conocidos iban de caza o a campos de tiros y que las armas de fuego eran muy utilizadas con finalidad recreativa, pareció que solo era una de esas cosas que suelen pedir los adolescentes, como un deportivo o clases de ala delta. Fue como, no, no tendrás un arma. Ni siquiera volví a pensar en ello”.

Tras el ataque, los Klebold y los Harris se mantuvieron en silencio (los Harris nunca han llegado a hablar públicamente). Sue nos cuenta cómo su marido y ella se reunieron con su abogado la noche del tiroteo en la oscuridad del aparcamiento de unos almacenes, temiendo por su propia seguridad. Varias demandas se presentaron contra sus familias en los días siguientes. Y los medios de comunicación comenzaron inmediatamente a cuestionar su capacidad como padres. ¿Cómo podían no haberse dado cuenta de algo tan enorme?


Sue dice que ojalá hubiera unido los puntos que indicaban la depresión de su hijo. En su penúltimo año de instituto, Dylan y Eric fueron arrestados por asaltar una furgoneta, hecho que despertó la preocupación de Sue, pero pareció que Dylan se enderezó él mismo.

“Empecé a registrar la habitación de Dylan tras su arresto, porque se había metido en problemas y quería comprobar que no había robado nada más” dice. “Pero me estaba demostrando que había dejado eso atrás y que estaba tomando las riendas de su vida. Durante su último curso, había sido aceptado en cuatro universidades. Llega un punto en el que confías en que tus hijos han llegado al umbral de la edad adulta y que no hay mucho más que necesites hacer al respecto. Pero me equivocaba”.

Al escribir su libro, Sue revisó las entradas de sus viejos diarios de antes y después del tiroteo. Muchos de sus escritos de las semanas que precedieron al ataque muestran la imagen de una familia feliz y normal. En una entrada fechada en abril de 1999, escribe:

Todos nos centramos en preparar a Dylan para acudir al baile de graduación. Fue tan gracioso. A. pasó por casa e hicimos fotos. Robyn y él se marcharon sobre las 18:00, tiene una gran noche por delante.

Cuando Dylan volvió a casa aquella noche, le dijo a su madre que había pasado la mejor noche de su vida. El tiroteo tuvo lugar tan solo dos días más tarde.

Una semana antes de su suicidio, Dylan estaba planeando a qué residencia universitaria se mudaría cuando acudiera a la Universidad de Arizona y poniendo buena cara durante las cenas familiares. Pero en su diario, que su familia no vio hasta meses después de la tragedia, hablaba del suicidio, de autolesionarse y de estar considerando llevar a cabo “NBK”, las siglas de "Natural Born Killers (Asesinos por naturaleza)", el título de la película de Oliver Stone que Eric y él usaban como nombre en clave para el ataque.

Sue dice que espera que las opuestas imágenes de su hijo “ayuden [a otros] a ser más conscientes de que la gente de su entorno puede estar sufriendo, sintiéndose desesperados y desamparados, pero que aún así pueden estar trabajando muy duro para hacer parecer que todo va bien”, dice Sue, quien se ha centrado en la prevención del suicidio tras Columbine (según la Asociación Americana de Suicidiología , entre el 2% y el 5% de los suicidios son asesinatos-suicidios).


Durante los años que siguieron, ha habido 50 tiroteos escolares en Estados Unidos, según el FBI, Sue dice que estos eventos solían “volver a traumatizarme”. Pero ahora: “Ya no puedo decir que sea así. Tengo la sensación de ser consciente del horrible sufrimiento por el que todos los afectados por esa tragedia van a tener que pasar. Y siento compasión por los que fueron heridos o asesinados, y también por las familias de los perpetradores. Porque sé que también ellos están a punto de embarcarse en un difícil viaje”.

Sue dice que nunca ha intentado contactar con las familias de las víctimas o de los perpetradores pero que se ha mostrado disponible a través de terapeutas o amigos de amigos y que se ha reunido con algunas de las familias de otros tiradores (aunque no dirá sus nombres para proteger su privacidad).

Tras el tiroteo llevado a cabo por su propio hijo, Sue escribió cartas de disculpa a las familias de las víctimas y a los supervivientes. Una de esas cartas reapareció la semana pasada. Después de escuchar las noticias sobre el nuevo libro de Sue y la entrevista para 20/20, Anne Marie Hochhalter, una antigua estudiante de Columbine que quedó paralizada en el ataque, escribió un mensaje de apoyo en Facebook adjuntando fotografías de la carta que recibió hace casi 17 años.

Dear Sue Klebold, I was injured at Columbine High School in 1999. As you know, your son Dylan, and his classmate, Eric Harris, killed 13 people and then themselves. You are releasing a book called...

Posted by Anne Marie Hochhalter on jueves, 11 de febrero de 2016

“Me he enterado de esto hoy. Ha sido increíble”, dice Sue. “Cuando escuché las noticias lloré muchísimo. Ha sido muy impactante. Me sentí tan agradecida. Estaba abrumada”.

Pero no todas las reacciones ante las acciones de Sue han sido positivas, la Fiscal General de Colorado escribió en Twitter definiendo la entrevista en 20/20 como “irresponsable” y “provocadora”.

Aunque Sue aún vive en Colorado, dice que nunca se ha cruzado con ninguna de las familias de los supervivientes – que ella sepa.

“Creo que realmente ya no sabemos qué aspecto tenemos ahora, 17 años después”, dice. “Siempre vivo con el miedo a ser reconocida o a tener que estar en la sala de espera del médico. No quieres que digan “¡Sra. Klebold!”, siempre me preocupa quién puede saber quién soy porque nunca sabes si alguien que esté cerca de mí es un familiar de alguna de las personas que murieron o fueron heridas”.

Sue dice que ha considerado mudarse y cambiarse el apellido, pero hasta el momento, siempre ha optado por no hacerlo.

“Muchas veces. Aún podría llegar a hacerlo, pero debería tener una buena razón” dice. “Me doy cuenta de que en realidad no puedo huir de esto. Puedo cambiar mi nombre, mudarme, pero aún tendré que vivir con el hecho de que mi hijo mató a otras personas”.

Hoy, Sue Klebold está jubilada. Tom y ella se divorciaron en 2014. Nos cuenta que las diferentes formas en que lloraron la muerte de su hijo terminaron separándolos. Como la mayoría de las familias de los asesinos en masa, Tom y su su hijo mayor Byron han elegido no hablar en público acerca de Columbine. Sue dice que prefiere no hablar sobre ellos.

“Tengo una vida humilde y con un propósito. Aún hago trabajo voluntario para ayudar con la prevención del suicidio. Formo parte de algunas juntas y comités” dice. “E intento ser buena conmigo misma. Pongo en mi vida cosas que me hacen disfrutar como el yoga, Zumba, el arte, la naturaleza, caminar, estar con gente a la que quiero. Intento centrarme en tener una sensación de gratitud. Trabajo muy duro para irme a la cama contando bendiciones. E intento recordar que hay muchas cosas por las que estar agradecida. Incluso pequeñas cosas como tener agua corriente caliente o que alguien te sonría. Son pequeñas cosas pero a la vez son regalos. Cada uno de ellos”.


Esta página está dedicada a todos aquellos que resultaron heridos o murieron en el tiroteo que tuvo lugar en el instituto Columbine en Littleton, Colorado, el 20 de abril de 1999. Esta web trata sobre los hechos que tuvieron lugar ese día, da una escueta mirada a la realidad de las acciones de Eric Harris y Dylan Klebold y las consecuencias que éstas tuvieron.

Si has llegado aquí buscando información sobre la masacre del instituto Columbine porque estás investigando o simplemente porque quieres saber lo que pasó, sé bienvenido.